lunes, 18 de enero de 2010

Pobre de ti que te quejas.....

Hace tiempo que no viene por acá. Es el hombre del cartón.
De unos setenta y tantos años, complexión mediana, con el pelo y la barba entrecanos, siempre enmarañados y del mismo tamaño, como si ya le hubieran terminado de crecer y asi se le quedaron.

Cara morena requemada por el sol, desdentado y con ojos entrecerrados siempre para atenuar la reverberación del pavimento

Unas manos encallecidas y sarmentosas . Pies gruesos y contrahechos, enfundados en unas botas de tipo industrial que a la vista no pueden negar que sus mejores años ya hace mucho que pasaron.

Un sombrero grueso de palma, de casquete raído y de alas apachurradas, que seguramente a fuerza de uso ya tomó la forma de su cabeza..

La misma camisa de manga larga con la variedad de colores del cartón que recolecta y abotonada hasta el cuello.
Pantalón de mezclilla bien holgado, desjaretado, arremangado por encima de los tobillos y sujeto a la cintura por una gruesa tira de plástico a la que seguramente su ingenio le adaptó agujeros y hebilla.

Ese es el aspecto y la traza de este hombre admirable.

Y es que viene siendo lo que eufemísticamente ahora llaman discapacitado o mejor aún de "capacidades diferentes".

Lo veo venir al filo del mediodía empujando su carro triciclo repleto de cartones, subiendo la empinada calle donde está mi tienda, centimetro a centimetro, jadeando, escurriéndole el sudor por los cachetes arrugados, impulsándose a duras penas con su cuerpo enteco y retorcido desde la cintura hasta los talones.

--Buenas tardes le dé Dios Don Israel, ai vengo otra vez a darle lata....

Trabajosamente acomoda su carrito al pié de un fresno que está en la banqueta y ayudado por una burrita de otate, entre quejidos y suspiros, se sienta en el suelo a la sombra abanicándose con su sombrero.

Entre que lo ví y llegó a la tienda, tuve tiempo de ir por el cartón, deshacerlo para quedar plano, acomodarlo y amarrarlo..

--Aqui tiene mi amigo, ¿que se le antoja? una leche o un jugo, usted dirá......
--Pos si me hace la caridá sería bueno un juguito pa la calor ¿no creé?
--Ahi le va pues su jugo y una semas para que se las cene...
--Dios le ha de pagar...bueno me voy, hasta otra eh?.

Y allá va subiendo de nuevo, con su medio cuerpo flaco ondulando y trastabillando tras su rechinante triciclo.

Por no cometer una descortesía con este hombre respetable hé resistido la tentación de preguntarle: ¿Como se llama? ¿De donde es? ¿Desde donde viene? ¿Hasta donde entregará su carga? ¿Cuanto le pagarán? ¿Donde vive ? ¿Tiene familia??


Cuando lo pierdo de vista me siento avergonzado porque a veces me quejo de cansancio y de dolencias en la cintura.


Don Isra...

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