domingo, 17 de febrero de 2008

Antes de que se me olviden..


En la tienda de abarrotes:

Estudiante de la secundaria llegando a la carrera:

--Don Isra ¿Me vende diez bolsitas de medio de a kilo?
(¿Alguna medida nueva que yo no conozco?)

Ama de casa con su primera mascota comprándole alimento:

--¿Me da diez pesos de pedigreé para cachorro adulto?
(¿Habrá también Gerber para bebé maduro?

Clienta cuarentona:

¿Vende toallas sanitarias individuales?
(¡Gulp! ¿Hay colectivas?)


Don Isra..

domingo, 3 de febrero de 2008

En aquel tiempo......

En todas las películas de tipo religioso los personajes hablan con tonos de voz humilde, con la mirada tranquila, sumisos, con las manos metidas en las mangas de su holgado atuendo, expresándose con sentencias y parábolas, saludandose con fraternal abrazo y beso en la frente. Querido hermano esto...respetado Señor esto otro, honorable ministro... y puras de esas

Bueno, en cuanto a los apóstoles, pienso yo que ese tipo de actitudes las adquirieron después de que los reclutó el Maestro. Porque antes de trabajar de apóstoles eran pescadores y el lenguaje de los pescadores aqui y en China no se distingue precisamente por sus florituras.

No, y que bueno que aprendieron bien la nueva manera de expresarse con propiedad bíblica, porque que tal si en una de sus reuniones donde les estuvieran explicando que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico llegue al reino de los cielos (ahá) a cualquiera de ellos se le sale un:

-Uta tu Melquiades, ya báñate ca....apestas a puro sobaco de húngara....

Como que no..¿verdad?

Don Isra..

¡Dios salve a Mamá Pilla!

Hay pueblos donde dá gusto detenerse a comer. Zacoalco es uno de ellos.
El autobús se detenía en la placita. Justo enfrente del mercado. El chofer hacía como que revisaba el vehículo, el agua, el aceite, el aire de las llantas etc. mientras el cobrador se dejaba ir al mercadito a traerle las gusgueras.
Los que ya sabíamos la rutina, también nos bajabamos y era un gusto ver aquello:
Gorditas con atole, tamales, enchiladas, menudo, pozole, birria, sopes, camotes y calabaza enmielados, y fruta mucha fruta de toda...
Yo me surtía de suficientes sopitos y un buen vaso deshechable de atole bien calientito.
Como las mañanas eran frías, me acurrucaba en mi asiento (por lo regular iba solo el camión a esa hora) y esto era disfrutar de aquel manjar matutino y de la estimulante vista de la laguna seca y a lo lejos el nevado y el humeante volcán de fuego enmarcados por unas nubes color de rosa y un cielo de un azul purísimo.

Otra cosa es Sayula. Ahí no hay nada. Es un pueblo con mucha historia, donde nacieron personajes ilustres como Juan Rulfo o el Pbro. Severo Díaz de quien se dice que ha sido el único en predecir y acertar el acontecimiento de un terremoto entre otras cosas significativas que realizó. Pero en cuestiones de comida, nada...
Un mercadón sombrío, semivacío, con unos cuantos puestos de verduras, y una sola fonda con un menudo chirrio y una carne chiclosa.
Cuando estuve ahí dándole vacaciones al entrañable viejo Don Isaaaaac Teeeeerán (así lo llamaba yo cariñosamente) almorzaba unos tacos en un puestecillo ambulante afuera del mercado. Estaban más o menos. O mejor aquí se aplicaba aquello de que : "Con buena hambre, no hay mal pan". A mediodía si le batallaba. Un lonche un día, fruta otro, hasta que....
¡¡Apareció mi Angel de la Guarda!! (De quien ya tengo dicho que le debo aumento de sueldo desde sabrá Dios cuando, pues siempre, siempre llega cuando aprieta la situación).

Ese día el compa cartero me vió deambulando por los portales en busca de la pitanza y me dijo:
-¿Por que no se asiste con Mamá Pilla? Ahí comen varios maestros y unos que trabajan en la carretera.
Mi compa cartero se va a ir al cielo con todo y botas.

Mamá Pilla era una señora de unos cincuenta y tantos o sesenta años. Blanca, delgada de estatura mediana, con el pelo canoso recogido en un chongo que sujetaba con una peineta, antiparras redondas con arillos dorados, por donde asomaban unos ojillos vivaces y risueños.Vestida siempre con ropas jaspeadas de azul o de negro, cuello hasta arriba mangas de tres cuartos, y falda a una cuarta abajo de la rodilla, medias negras, zapatos cerrados y con un taconcillo.
La casa era de esas antiguas, con su zaguán, su pasillo, su cancel de hierro, su corredor con pilares enmarcaban el patio lleno de macetas y jaulas con pájaros al fondo estaba el comedor y a un lado la cocina. Esta era también de las que todavía tenían pretil con hornillas. Como ya tenía su estufa de gas en el pretil estaban el molcajete, el metate, ollas grandes de barro, para fermentar el tepache de piña, o los cueritos curtidos en vinagre y en la pared semicírculos de jarros y cazuelas todos ordenados por su tamaño.
Su comida era (permítaseme el barbarísmo) ¡Más que excelente!
Cuando llegábamos todos juntos a la hora de la comida entre risas y carreras a sentarnos al comedor, desde la cocina Mamá Pilla nos gritaba riéndose:

-Iralos, se amanadan....(Supongo que quería decir que llegábamos en manada)

Don Isra..