viernes, 5 de noviembre de 2010

Esos si eran maestros, no como......IV

El director de la escuela secundaria en Ameca era el profesor Don Bernabé Godoy Vélez.
No sé porque siempre me dió la impresión de que era alemán.
Nos daba la clase de matemáticas.

Hombre alto, blanco de unos cincuenta años, pelo entrecano y achinado de corte casi militar, nariz grande y recta, cejas pobladas, lentes cuadrados sin aro, con pantalón de vestir y camisas casi siempre a cuadros y abotonadas en las muñecas, de caminar lento y un poco encorvada su ancha espalda.

Era de carácter recio y tajante en sus juicios, sin embargo se rendía ante su hija menor de unos ocho años Cecilia. Güerita pecosa de pelo castaño claro con trencitas anudadas en chongos a los lados, vestido de niña con mangas bombachas, lazos a la cintura mal fajados por atrás, calcetas caídas hasta los tobillos y que aún estando en clase, entraba al salón y de frente lo sujetaba por las grandes orejas y lo mecía al tiempo que le asestaba unos topecitos, imitando el balido de una borreguita le decía: "Ya vine, Bernabeeeeeé......"
Don Bernabé sonreía, meneaba la cabeza y la mandaba a sentar en algún pupitre vacío mientras terminaba su clase. Nos encantaba que alguien pudiera cometer lo que a nosotros nos parecía una solemne irreverencia.

El Profe Rubén Juárez Hernández nos daba cultura física. Alto, fuerte, moreno, de amplio bigote cuadrado, pelo cortado como cepillo, enérgico y mandón. Nos inició en todos los deportes, formó equipos de todas las disciplinas, desde futbol hasta atletismo en todas sus modalidades. Dos o tres veces al año nos llevaba a subir el cerro de Ameca que no es ninguna perita en dulce.

También nos adiestraba para marchar en los desfiles. dándonos las órdenes con un silbato y ¡ay! de aquel que se equivocara durante el acto, porque en regresando a la escuela nos formaba y delante de todos le soltaba al infractor: "¡¡Fíjese pedazo de adobe!!
A las muchachas, como su porte al desfilar no tenía nada de marcial les sorrajaba un: "¡¡ Míralas, parecen vacas!!". Pero todos lo seguiamos y lo estimábamos, porque debajo de su caparazón magisterial era un pan de dulce.

Estaba el Profe Palencia, que llegó de San Luis Potosí con su familia. El nos daba literatura, cuarentón de pelo lacio peinado todo hacia atrás con marcas en la cara de pasadas espinillas, fumador empedernido en ese entonces cuando el cigarro no estaba satanizado y daba a los mayores un toque de distinción, de carácter amiguero, se unía a cascarear con los equipos de basket jugando de uno y otro lado para balancear el partido y convivir con los alumnos.

Biología le tocaba al profe Benjamín Jauregui, médico homeópata que vivía y tenía su consultorio enfrente de la escuela. Señor de tez blanca, de más o menos treinta y cinco años, de pelo chinito pegado al cráneo, bigotillo cuidadosamente recortado,muy cuidadoso de su apariencia, Al empezar la clase se quitaba el saco, quedando en camisa y corbata. Diario llevaba entre las manos una bolita de algodón empapada de alcohol que frotaba y olía todo el tiempo.

La ticher Celia que era la secretaria en la dirección y tambien nos daba la clase de historia.
Señorita a sus treinta y cinco,blanca, no usaba maquillaje, vestida pulcramente, modosita y puntillosa caminaba como si temiera que su peso fuera a dañar el piso de ladrillo.

La ticher Laris, era nuestra maestra de inglés, una hora a la semana. Mujer chaparrita con gruesos lentes, con una nariz porosa siempre roja, usaba blusas sin mangas y faldas medio ceñidas. Pese a su talla menudita tenía los brazos llenos y las pantorrillas muy gruesas.
Modestias aparte, yo era el alumno distinguido, pues el inglés se me facilitaba tanto como se me atoraban las matemáticas.

El profe Balderas, que nos daba geografía y que llegó junto con Don Bernabé. Chaparrón, moreno, calvo de la frente a la nuca y pelo largo envaselinado por el rumbo de las orejas. Cejas pobladas, se dejaba las patillas hasta casi unirse con el bigote. Rostro aindiado, medio guandajo para vestir con traje que aparentemente no era de su medida y corbata mal anudada, pero muy meticuloso para explicar su clase, asistía como oyente a la clase de matemáticas de Don Bernabé
Un profesor de música muy joven que venía todos los jueves a darnos clases y que se enamoró perdidamente de Eréndira, una muchacha muy guapa y muy desenvuelta, que a todos traía de cabeza.
No duró mucho este maestro, seguramente no pudo soportar la natural coquetería de Eréndira que con todos bromeaba y departía como una adolescente que era.

Estaba el maistro Diego que nos daba la clase técnica de herrería. Tenía su taller cuadras adelante de la escuela. De apariencia ruda, pelo chino, brazos fuertes y velludos, sudaba profusamente cuando manipulaba la fragua y martillaba en el yunque. Mi trabajo manual en su clase fué hacer la cabeza de un martillo.

Luego estaba el maistro Don Cuco en carpintería. Se parecía a papá Gepetto con sus lentecillos redondos sin aro y sus canas sobresaliendo de su gorro de fieltro apachurrado. Para su clase se ponía encima de su ropa de diario un pantalón muy amplio de mezclilla de esos de pechera y pacientemente nos iba enseñando los nombres de la herramienta y su función: "Este es el formón, esta se llama garlopa, este es el tornillo, esto sirve para maquear etc..."
También era músico y tocaba los domingos en la serenata del kiosko una como tuba pequeña con la banda municipal. Con Don Cuco me tocó hacer de trabajo manual un librero.

Nunca en mis años de estudiante recibí ni ví que algún alumno recibiera golpes o castigos desorbitados de parte de los profesores, con todo y que las mamás nos entregaban con la frase lapidaria: " Aquí se lo traigo maestro, se lo dejo con todo y nalgas para que le eche......"

Cuando nos juntamos ahora ya viejos mis hermanos y yo, los recordamos a todos con verdadero afecto y agradecimiento.

Don Isra...

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